Los derechos de la naturaleza: diálogos entre el derecho y las artes
Diálogos entre arte y derecho

El jinete de la capa roja

Miler Lagos

Nació en 1973 en Bogotá, donde vive y trabaja. Después de hacer estudios de ingeniería mecánica, se graduó en artes plásticas de la Universidad Nacional de Colombia. Reconocida por múltiples residencias, exposiciones y colecciones nacionales e internacionales, su obra se destaca por un interés continuo en los temas relacionados con la naturaleza, en particular los árboles como mundos complejos. Pasa parte del tiempo en su casa en el lago de Tota, lugar que inspira la serie de obras a la cual pertenece El jinete de la capa roja.



  • Título

    El jinete de la capa roja

  • Técnica

    Vaciado de resina epóxica sobre papel de algodón

  • Serie

    Lagos

  • Artista

    Miler Lagos

  • Dimensiones

    123 x 130 x 21 cm

  • Fecha

    2022


Comentario del artista

Miler Lagos

Inicié la serie LAGOS en 2017 luego de ver la problemática de algunas fuentes hídricas que se ubican cerca de yacimientos de petróleo o minas de oro, donde la miopía con la que se acercan los humanos para extraer dichos recursos no les permite ver en perspectiva la necesidad de proteger lo que es realmente primordial para el mantenimiento de la vida. La superposición de valores provenientes del sistema económico en el que nada se escapa a ser mercancía, incluso el agua y, en un futuro no muy lejano, el aire mismo, hacen de la visión humana algo muy contradictorio. Por esta razón, decidí trabajar con dos materiales de cualidades opuestas: papel de algodón y resina epóxica.

La resina en su estado líquido se desplaza ocupando las arrugas creadas por mi mano en el papel de algodón, donde luego y con el paso del tiempo la rigidez adquirida por el polímero contrasta con la fragilidad de su contenedor. Rigidez y fragilidad, vegetal y plástico, son algunas de las contradicciones que se materializan en la conjunción de estos recursos. Contrastes que evocan en mi pensamiento las tensiones entre cultura y naturaleza.

Sin embargo, mi trabajo no es más que un intento por evocar el agua como una presencia fundamental que permite la expresión de la vida. Al igual que la sangre fluye por nuestras venas, el agua recorre el planeta desempeñándose como el elemento vital que irriga, moviliza, remueve y revitaliza el sistema para que la naturaleza siga su curso.

De todos los componentes de la naturaleza, el agua es el primero en jerarquía al cual debemos reconocer como un alguien, como una entidad vital y con derechos. Reconocerle como un ser con dinámicas propias y articuladas con los diferentes ecosistemas de los cuales dependen muchas formas de vida demanda a los humanos a incorporar los derechos del agua dentro de la legislación.

Esto implica un cambio en la jerarquía cultural para dejar de ser un sistema antropocéntrico y dar paso a la naturaleza como un sistema global del cual el humano forma parte.

Comentario desde el derecho

Maksymilian Del Mar*

Zooxantelas

Los arrecifes de coral sangran al volverse blancos. En un principio llenos de color y de vida gracias a las algas microscópicas (zooxantelas), expulsan a sus vecinos tan pronto como el océano se calienta. Quienes antes alegremente se escabullían entre los vívidos colores del arrecife, las tortugas, los cangrejos, los camarones, las medusas, las aves marinas y las estrellas de mar, ahora pierden su capa protectora. Refugiados de un mundo en otro tiempo colorido, miran ahora con tristeza los rígidos pilares blancos, transformados de hogares a mausoleos.

¿Quién puede ayudarnos a entender cómo la naturaleza se comunica con nosotros? ¿Quién puede oírla llorar? ¿Qué podría significar escuchar —activamente, con los ojos brillantes y los oídos atentos— a la naturaleza que nos insta a cuidar nuestra casa común? Una posibilidad es transformar, de la misma manera en que una abeja transforma: toma el néctar de las flores, en los campos de color, y lo convierte en miel. Los poetas, como las abejas, roban artefactos antiguos y los rehacen en otros nuevos. Virgilio se aventura a bajar, una vez más, como el Odiseo de Homero, a las profundidades del hades, para encontrarse con su padre. Dante y Joyce se revuelcan en sus tumbas.

El arte también transforma: imitando a la naturaleza, crea otro mundo. El arte nos pone un espejo frente al que podemos detenernos y dudar, para vernos de otra forma, gloriosamente involucrados. En el momento en el que busquemos desterrar las artes, como sacerdotes platónicos, vestidos con túnicas blancas, guantes blancos, desconcertados ante campos de triángulos perfectos e inmutables, dejamos el mundo atrás. Lejos de ser almas que trasciendan los cuerpos, nos convertimos en fantasmas en nuestros propios hogares.

Las flores de la retórica. Los colores de la retórica. Colorear, en la tradición retórica, invita a la audiencia a cambiar su perspectiva y, al mismo tiempo, su juicio de las acciones de una persona. Una persona no es sabia, sino simplemente inteligente; no es valiente, sino más bien imprudente. Un cambio en el color cambia el juicio. El retórico —el poeta, el artista— es un mercader de colores, un pintor de valores.

El derecho solo puede seguir al arte: es este el que da color y transforma nuestro juicio. El color crea la emoción que lleva al veredicto: sí, somos responsables. Somos culpables. Estamos destruyendo nuestro propio hogar. Estamos borrando el color del mundo. Estamos volviendo todo blanco. Hemos olvidado cómo ser abejas: cómo transformar la vida en vida. Solo el arte —frágil y expectante, fácilmente pasado por alto, considerado superfluo, frívolo, apenas un adorno opcional, una floritura retórica—, solo el arte tiene el poder de ayudarnos a juzgarnos a nosotros mismos.

* Departamento de Derecho, Queen Mary University of London (Reino Unido).

Naturaleza y Sociedad. Desafíos Medioambientales
Número 4 | septiembre-diciembre 2022
Los derechos de la naturaleza: diálogos entre el derecho y las artes



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