Skip to main content
Número 12 – Tema libre

Sabores perdidos: una radiografía sobre el desperdicio de alimentos en Bogotá

Carlos Andrés Polanía Ramírez

Estudiante de Narrativas Digitales de la Universidad de los Andes. Este reportaje lo realicé en el marco de la clase Noticia y Reportaje del Centro de Estudios en Periodismo (CEPER). Recientemente publiqué las crónicas “El Dorado” (https://badac.uniandes.edu.co/el-dorado/) y “Franco – tirador” (https://badac.uniandes.edu.co/franco-tirador/) en el blog del Banco de Archivos Digitales de Artes de Colombia (BADAC) c.polaniar@uniandes.edu.co


La falta de una estrategia que permita la coordinación entre comerciantes, autoridades y bancos de alimentos impide que las acciones para reducir el desperdicio de alimentos en la plaza de mercado de Paloquemao tengan un impacto real, a pesar de la buena voluntad de algunos vendedores.

“Las guayabas, los lulos y los bananos son los productos que más se desperdician, aunque intentamos regalar lo que podemos, a veces simplemente no hay a quién dárselos”, lamenta Álvaro Hernán Rincón, un vendedor de 62 años que lleva tres décadas trabajando en la plaza de Paloquemao. Toda una vida reflejada en las arrugas de su rostro y las canas de su cabello. Su camiseta descolorida y su delantal manchado reflejan el día a día de una labor en la que la pulcritud se convierte en un verdadero desafío por cuenta de la papa pastusa, la yuca y la mora.

En su puesto de seis metros cuadrados, iluminado por un destello tenue, ofrece a los compradores una experiencia sensorial única, no solo por los tonos de las frutas tropicales, sino también por los olores que lo rodean. Su puesto colinda con la zona de los saberes ancestrales, el pasillo de los yerbateros, donde la variedad de plantas medicinales activa el olfato de los transeúntes y le da un toque mágico a la atmósfera. La frescura de la manzanilla y la intensidad de la lavanda impregnan el ambiente, borrando el caótico olor de la urbe.

“Lo que no se vende, se va para los residuos”, menciona Rincón, quien enfrenta el mismo problema que algunos de sus colegas. En este, el segundo mercado más importante de Bogotá y uno de los más tradicionales del país, hasta el 20 % de los residuos orgánicos que llegan al centro de acopio cada mes son alimentos que se encuentran en buen estado, según declaraciones de Erika Cortez, coordinadora del Departamento de Gestión Ambiental de la plaza.

La funcionaria también menciona que en la plaza se generan mensualmente hasta 90 toneladas de residuos orgánicos. Es decir, el 20 % equivale a 18 toneladas de frutas y verduras desperdiciadas, lo que representa el peso de tres elefantes africanos machos adultos.

La situación se agrava al considerar la realidad de una ciudad donde la inseguridad alimentaria afecta a más de 1.1 millones de personas, lo que significa el 13 % de la población, según la Evaluación de Seguridad Alimentaria 2024, realizada por el Programa Mundial de Alimentos. Estos números revelan una paradoja: mientras una parte de los bogotanos enfrenta dificultades para acceder a alimentos nutritivos, una gran cantidad de productos se desperdician diariamente en lugares como la plaza de Paloquemao.

A pesar de la voluntad de algunos comerciantes por reducir el desperdicio, la falta de coordinación entre los diferentes actores dificulta el proceso de redistribución de alimentos. Esto provoca que los esfuerzos individuales de los vendedores no sean suficientes para generar un cambio real en la lucha contra el desperdicio alimentario. Sin un sistema colaborativo, las iniciativas aisladas carecen del impacto necesario para transformar esta problemática de manera significativa.


Plaza de mercado

Figura 1. Puesto de frutas y verduras. Fuente: fotografía tomada por Carlos Andrés Polanía Ramírez.


Al consultarle a Erika Cortez sobre las estrategias implementadas para abordar este asunto, menciona la elaboración esporádica de campañas de sensibilización al comercio. Estas acciones están enfocadas en sensibilizar a los vendedores sobre la importancia de reducir el desperdicio de alimentos y fomentar prácticas más sostenibles. Cortez, quien es especialista en ambiente y desarrollo local, reconoce que la falta de una estrategia estructurada dificulta la efectividad de estas acciones, ya que no hay un compromiso permanente que respalde su implementación a mediano y largo plazo.

“Las plazas de mercado y las centrales de abastos son escenarios de intercambio entre los diferentes actores del sistema agroalimentario, contribuyendo a la garantía progresiva del derecho humano a la alimentación”, afirma Yazmín Aldana Holguín, especialista de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en Colombia. Ese intercambio que menciona Aldana no se limita a la transacción monetaria entre vendedor y comprador, sino que trasciende al aprovechamiento de cada alimento en función del bienestar social, una situación que no se cumple a cabalidad en Paloquemao debido al desperdicio.

Un caso contrario ocurre no muy lejos de allí. “En Corabastos, donde tantos comerciantes apoyan el banco de alimentos, tenemos nuestro lema: menos comida en los contenedores, más comida para nuestros comedores”, menciona el padre Daniel Saldarriaga, director del Banco de Alimentos de Bogotá, al referirse a la alianza de esta organización sin ánimo de lucro con la plaza más grande de Colombia. Ese compromiso con la donación de alimentos refleja una cultura de solidaridad que impacta positivamente en la lucha contra el hambre.

Es curioso que, a pesar de su potencial, Paloquemao no haya desarrollado alianzas como las que sí ha establecido Corabastos. Pero, ¿a qué se debe esta situación? En primer lugar, las directivas de la plaza no han definido un protocolo que permita a los comerciantes realizar donaciones, lo que dificulta una posible articulación con los bancos de alimentos. En segundo lugar, existe una falta de confianza en la capacidad de los bancos de alimentos, ya que algunos comerciantes temen que las donaciones no se distribuyan adecuadamente. Y, en tercer lugar, la desinformación, ya sea por la creencia de que existen restricciones legales para donar o por desconocimiento del impacto que estas colaboraciones pueden generar.

Entre tanto, en mayo del año pasado se anunció la conformación de la “Bancada de la Lucha contra el Hambre”, conformada por 14 concejales de diferentes sectores políticos, quienes han venido trabajando en normativas y acciones concretas para reducir el hambre en Bogotá. Entre estas se destaca el punto establecido en el Plan Distrital de Desarrollo para la creación de 50 comedores comunitarios, lo que significa un aumento sustancial, teniendo en cuenta que actualmente existen 115 en la ciudad. Precisamente en esta iniciativa, las plazas de mercado jugarían un rol fundamental, ya que la mayoría de los alimentos que distribuyen estos comedores provienen de sus donaciones.

“Hacemos un llamado urgente a trabajar en el acceso de los alimentos de una forma segura y digna para todos, a intensificar los esfuerzos en todos los frentes, comedores comunitarios, centros de abastecimiento y plazas de mercado, para reducir el desperdicio de alimentos”, menciona David Saavedra, uno de los integrantes de esta bancada. Y es que el desperdicio es una problemática significativa, en una ciudad donde el 28,4 % de los hogares se sentían preocupados por no tener suficientes alimentos, según el estudio Inseguridad alimentaria a partir de la escala FIES – 2023, realizado por el DANE.

Saavedra destaca que una de las principales dificultades radica en la falta de infraestructura para apoyar la lucha contra el hambre en las plazas. Es decir, la ausencia de comedores comunitarios y bodegas para almacenar los alimentos donados dentro de los mismos mercados. En ese sentido, cobran relevancia acciones como la anunciada por Francisco Javier Salcedo, gerente de Corabastos, quien informó sobre la entrega de una bodega para el programa “Tardes de Bien-Estar”, que brinda alimentos a más de 400 niños y promueve un estilo de vida saludable en la primera infancia.

Esta iniciativa demuestra cómo una infraestructura adecuada puede optimizar el proceso de donación y convertirse en un elemento clave en la lucha contra el hambre. Así mismo, resalta la urgencia de que otras plazas y centros de acopio, como Paloquemao, adopten estas medidas para maximizar el aprovechamiento de los recursos disponibles. Implementar este modelo podría transformar la distribución de alimentos, garantizando que lleguen a quienes más los necesitan y contribuyendo al progreso de la comunidad.

Paloquemao es una plaza con cerca de 1 240 locales comerciales que recibe cada fin de semana un promedio de 22 000 visitantes, según cifras del líder de mercadeo Fernando Murillo. Un espacio donde la abundancia contrasta con el desperdicio debido a la ausencia de estrategias coordinadas entre comerciantes, directivas y bancos de alimentos. La solución no solo requiere un cambio de mentalidad, sino también un compromiso colectivo que trascienda las barreras comerciales y busque el bienestar social. La creación de alianzas que faciliten la donación podría transformar esta problemática en una gran oportunidad. Paloquemao, un lugar lleno de vida, colores y fragancias, un símbolo del patrimonio de la capital, pero también un recordatorio de que, en medio de la abundancia, hay muchos sabores perdidos.

A pesar de la voluntad de algunos comerciantes por reducir el desperdicio, la falta de coordinación entre los diferentes actores dificulta el proceso de redistribución de alimentos. Esto provoca que los esfuerzos individuales de los vendedores no sean suficientes para generar un cambio real en la lucha contra el desperdicio alimentario. Sin un sistema colaborativo, las iniciativas aisladas carecen del impacto necesario para transformar esta problemática de manera significativa.


 CC_BY-NC-ND
Estos contenidos están bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional